miércoles, 6 de abril de 2011

Experimento Filadelfia.

El mito.

Octubre de 1943. Estamos en plena segunda guerra mundial. Albert Einstein mantiene contactos con altor cargos de la Marina norteamericana para llevar a la práctica su teoría del campo unificado, consistente en crear una potentísima área de energía con el fin de alterar la trayectoria rectilínea de las ondas lumínicas, consiguiendo hacer desaparecer, virtualmente, un buque ante los ojos humanos.

Todo estaba previsto para el experimento. El lugar elegido, Filadelfia, y la cobaya, un destructor, el Eldridge (DE-173).
Comienza la prueba. Una neblina verde cubre por completo el buque. De pronto desaparece como por arte de magia. Estaba allí, pero nadie lo veía, aunque se podía apreciar el hueco que dejaba su casco en las tranquilas aguas del puerto. Durante unos instantes el buque era invisible por completo, luego, envuelto en la misma neblina verde en la que desapareció, volvió a materializarse.

Imagen
Momento en que la silueta fantasmagórica del Eldridge se materializó por unos instantes en las inmediaciones de la Base Naval de Norfolk, a 650 km de distancia del lugar del supuesto experimento. Recreación por ordenador realizada por Leopoldo Alonso.

Mientras se desarrollaban estos hechos, en la base naval de Norfolk (Virginia) a 650 km de distancia, marinos y paseantes asistieron perplejos a la aparición por unos instantes de una silueta de un destructor, que no era otro que el mismísimo Eldridge.

La teoría del físico Alemán quedó totalmente probada, ya que aparte del efecto de invisibilidad se había conseguido trasladar un objeto, de manera instantánea, a considerable distancia usando determinados metales susceptibles de crear campos magnéticos transformables en inmediatas fuentes de energía.

El campo de fuerza generado se extendía en una forma esferoidal aplanada en un radio de acción de unos 90 metros. Dentro de esta esfera, las personas se percibían vagamente o, como contaban ellos mismos, «moviéndose sobre la nada».

Aparentemente la prueba resulto todo un éxito, pero algo no salió bien, algo tan espeluznante que hizo que se desechara la idea de volver a intentarlo. La tripulación sufrió ataques de invisibilidad, inmovilidad y demencia, algunos incluso perecieron calcinados.

Un efecto neurológico que sufrieron varios hombres de la dotación fue lo que se denominó «quedar en blanco». Esto pasaba cuando un hombre quedaba sometido a la influencia de la fuerza electromagnética demasiado tiempo. Su efecto principal consistía en la imposibilidad del sujeto de moverse por su propia voluntad. Esto se podía llegar a neutralizar si alguien dentro del mismo campo, y con suma rapidez, consiguiera tocarle; si esto no sucedía quedaría irremediablemente congelado, tardándose meses en intentar descongelarlo utilizándose para este fin sofisticados y costosísimos equipos electrónicos que no lograban siempre liberar a la víctima del campo de fuerza. En caso de que esto se lograra, no se podía evitar que la persona perdiera la noción del tiempo y enloqueciera.

La conclusión, clara: el supuesto experimento fue un éxito completo. Los hombres fueron fracasos totales.

El buque quedó maldito desde entonces. Para eliminar toda evidencia, se le quitaron todos los generadores e instrumental que producía el campo de fuerza, perdiendo el destructor hasta 300 toneladas de desplazamiento. Tras prestar un breve y marginal servicio de escolta de convoyes durante la guerra, fue dado de baja en 1946, siendo transferido a la Armada griega, cinco años más tarde.

Realizado por :Ana Isabel Moreno y Rocío Carrasco.
Curso: 1º BCT.

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